CONFESIONES DE OTOÑO EN BUSCA DEL ÉXITO
Esta vez apelare a mi ego pero con humildad. Me había empecinado en migrar del país el año pasado para continuar mis estudios y no lo logre porque confluyeron muchos problemas, desde los papeleos y legalizaciones de documentos hasta el trámite mismo de la visa. Insiste nuevamente éste año, cuando creía todo perdido; y ahora, con mucha fortuna, en pleno otoño desde la orilla de la Ría de Bilbao en España, puedo compartirles mi emotividad: la ilusión mía, es una realidad. Estoy comprobando que la receta “perseverancia, dedicación y disciplina” –en cualquier actividad humana– es la clave del éxito, y éxito pretendo alcanzar haciendo patria fuera de la nuestra.
Aunque no me puedo preciar de haber sido un alumno extraordinario en nuestra querida San Antonio, considero que he llevado una vida académica y estudiantil por encima de lo aceptable, tratando de guardar siempre relación entre lo que pienso, hablo y hago; vaya que viví al máximo “los años maravillosos de una mísera juventud”.
Me considero parte de esa juventud progresista, hijos de migrantes rurales, que entran a la vida universitaria con mucha ilusión, pero cuando pisan el claustro donde –se supone– debería estar la crema y nata de intelectuales de nuestra sociedad, te topas con otra realidad al cachetearte la mediocridad; evidentemente el mal no está generalizado ni todo esta subyugado a nuestros docentes, pues hay una gran cuota de responsabilidad de los alumnos, he ahí el dilema …¿ser o parecer?
En nuestro país, según el MINEDU, se estima que un estudiante universitario termina su carrea en 7 años y que del 100% de egresados sólo un 8% consigue emplearse; es evidente que el nivel formación profesional esta de espaladas a la realidad ¿en la UNSAAC cuántos salimos listos para ser parte del famoso indicador “población económicamente activa”?
Debo confesar que constate esas realidades; en esas circunstancias es que nació mi ilusión de salir del país, pero no para escapar de la nuestra; sino, por el contrario, para fortalecer mis capacidades y ser parte de esa generación de jóvenes que tanto necesita y anhela nuestra amada tierra: emprendedores, predispuestos al cambio, propositivos, capaces de transformar su realidad, con alta sensibilidad social y tengan no sólo una lectura crítica de la realidad, sino que sea capaces de impulsar su propio desarrollo ¡ese agente cambio pretendo ser¡
Sí que la partida fue difícil, y ahora escuchando nuestro hermoso Haynito cusqueño “Condemayta” en estas tierras Vascas de modernidad ampulosa, cuando la melancolía parece sacarme la vida y no tengo yo a quien volver los ojos; lejos de nuestra tierra, cómo extraño mi dulce hogar, mi Qosqo querido, mi rico chayrito, mis amigos, y mi añorada familia; pero como todo sacrificio tiene su recompensa, he de volver, porque es un compromiso moral ¡para verte crecer hijo mío y engrandecerte Patria mía!
Por Alfonso Mendoza Huamán
Becario del MAEC-AECID