LA FRASE:

"Tenemos diferencias conceptuales entre los gobiernos de la región, pero todos buscamos el mismo objetivo: mejorar el bienestar de nuestra gente. Debemos buscar los denominadores comunes entre nosotros y así multiplicaremos la relevancia de América Latina en el mundo".

Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos

sábado, 20 de noviembre de 2010

DEUDA EXTERNA  Y AJUSTE ESTRUCTURAL

Por Alfonso Mendoza Huamán*

“Cuando algún delincuente mata por alguna deuda impagada, la ejecución se llama ajuste de cuentas; y se llama plan de ajuste la ejecución de un país endeudado, cuando la tecnocracia internacional decide liquidarlo... La economía internacional es la más eficiente expresión del crimen organizado”.

Eduardo Galeano
Sin duda alguna la deuda externa es un mecanismo de chantaje inhumano y antisocial de extorsión y saqueo de la riqueza que generan los países de la periferia[1] que han condicionado su “desarrollo” al sistema imperante.

Influencia determinante han ejercido en esta artimaña  las dos principales instituciones creadas en Bretton Woods en 1944: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial surgidas bajo la argucia de otorgar al sistema capitalista, claramente influenciado por los Estados Unidos, mecanismos de funcionamiento capaces de superar los graves problemas del periodo de entreguerras en las cuales se habían sumergido los países implicados; en los hechos, estas instituciones resultaron ser un instrumento de dominación para imponer los criterios de orden económico a la medida del poderío norteamericano. Sin embargo, la hegemonía del sistema monetario implantado se vio seriamente cuestionado y debilitado por las turbulencias monetarias de finales de los años sesenta que desembocaron en 1971 con la devaluación del sistema monetario de reserva internacional: la abundancia de dólares en los mercados financieros internacionales obligaron al presidente Nixon declarar inconvertible al dólar en agosto del ‘71. Posteriormente el problema se agudizo con la cuadruplicación de los precios del petróleo que desencadeno la crisis de 1973: la esencia por la que habían sido concebidas el FMI y el Banco Mundial “había llegado a su fin” y con ellos el sistema monetario de Bretton Woods. “Se trató de un fenómeno que afecto incluso la función crediticia del FMI, contribuyendo a que las instituciones del Bretton Woods vieran ensombrecido su papel hasta que de nuevo el cambio de condiciones en los mercados financieros, hiciera estallar la crisis de la deuda externa”[2], pues “está claro que ni el FMI ni el Banco Mundial han sido capaces de cumplir con el cometido para el cual fueron creados”[3].

Desatada la crisis internacional y deslegitimado el modelo económico implantado, el FMI y el Banco Mundial tuvieron que reorientar sus políticas crediticias en una coyuntura económica mundial  donde además pululaban los bancos privados[4], cuyo centro del mismo es el llamado “euromercado” que conglomeraba a grandes bancos estadounidenses, europeos y japoneses situados en Londres; que ya hacían escarnio colectivo, dada la liberalización del dólar que empezaba a operarse con una ausencia completa de reglamentaciones y restricciones que se expresarían en las nuevas formas de acumulación especulativa a escala mundial que desato un desorden monetario e incertidumbre internacional que se ha venido a constituir el fundamento de la crisis estructural.

En este escenario sociopolítico y macroeconómico es cuando los especuladores banqueros, dada la necesidad de colocar en un contexto de acumulación de recursos y de gran competencia, fijan su mirada y su exuberante  liquidez hacia los países atrasados otorgándoles préstamos a diestra y siniestra, renovando de esta manera un excepcional oportunidad de negocio mediante el flujo de capitales hacia los países de la periferia prácticamente sin garantías y en “buenas condiciones”. Según el propio Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los EE.UU “en tanto que el aumento del petróleo resultó poco menos que un desastre para la economía mundial generó para los bancos la oportunidad de un muy lucrativo negocio. Creó para ellos una vasta clientela nueva: los bancos centrales extranjeros, las empresas estatales, las de servicios público y los gobiernos municipales, tanto de países en desarrollo como de los desarrollados, acudieron en masa al mercado privado de capitales en busca de fondos”[5]. A todo este desprendimiento de capitales se sumó la buena predisposición de los gobiernos a menudo dictatoriales e ilegítimos de varios países, principalmente los de américa latina, en su afán de promover su desarrollo dirigiendo la inversión, en teoría, a la infraestructura e industrialización; aunque se invirtieron ínfimos montos en proyectos de desarrollo, la ilusoria bonanza económica se despilfarró en frivolidades improductivas y carreras armamentistas en los países en conflicto generando fuga de capitales y corrupción sin precedentes que fueron los engendros  trascendentales del endeudamiento.  

Atados los países atrasados a esta deuda, que estaba negociado al tipo variable del dólar, y ya en los inicios de la década de los ’80 se desató el tejido de la especulación más bestial del capitalismo: se produjo un súbito incremento de las tasas de interés y de valor de la moneda norteamericana combinado con otros factores de la crisis como la subida de los precios del petróleo y la caída de los precios de exportación. La situación para los países endeudados se tornó sombría y desalentadora, en tanto que el servicio de la deuda aumentó descomunalmente y la capacidad de pago de éstos se evaporo como por arte de prestidigitador llegando a su máxima expresión en 1982 cuando declaró México una moratoria en sus pagos, hecho que hizo despertar de su limbo al sistema económico internacional, pues los países deudores no podían más con las políticas de estrangulamiento y se temía lo peor: la quiebra del sistema y el desastre financiero.

Al unísono, los bancos privados que se habían expuesto con una política crediticia irresponsable dieron el grito al cielo exigiendo el pago de la deuda al mismo tiempo que se negaban a conceder nuevos créditos para revertir la catástrofe; los países endeudados quedaron atrapados en una encrucijada entre la espada y la pared.  A la vez, el panorama internacional de zozobra se vislumbró como una oportunidad inmejorable para revivir el protagonismo de antaño del Banco Mundial y el FMI que les permitió reacomodar sus estrategias de manera oportunista a las nuevas circunstancias. “Esta situación, unida a la recesión económica, el freno de los préstamos bancarios y la bajada de las rentas de exportación obtenidas por los países del Sur, provocó la situación de suspensiones de pagos y renegociaciones de la deuda que se prolonga hasta hoy”[6]. Los países en desarrollo volvieron sus ojos a la redención del FMI a cambio de permitírsele un poder inusitado de intervencionismo en las economías  nacionales mediante el archiconocido “Programas de Ajuste Estructural” (PEA) que en esencia son políticas que liberalizan la economía abriéndola al exterior con la menor presencia posible del Estado; o sea,  responden a mandatos subalternos de los países desarrollados integrantes del “Club de Paris” defensores de los grandes bancos internacionales que se rigen de manera informal sin estatuto ni personería jurídica alguna.

En este trauma monetario internacional que tiene atado a la servidumbre a los países de la periferia se pueden distinguir a continuación las diferentes lógicas que se han aplicado mediante el PEA desde inicios hasta lo finales de los ‘80, que en esencia han sido concebidos como estrategias que no van al meollo del asunto, sino por el contrario, abordan el problema con recetas paliativas que buscan obtener el máximo retorno posible manteniendo controladas las economías nacionales. El resultado: la receta ha sido peor que la enfermedad.

Principales diferencias entre las lógicas de los ajustes entre los inicios y finales del ’80:

INICIOS DE LOS ‘80
FINALES DE LOS ‘80
La segunda crisis del petróleo, desencadena la crisis de la deuda que es reducido a la simplona falta de liquidez, no se entendió o simplemente no se quería abordar el problema en su real magnitud. Se aplica una receta única para todos los países implicados.
La concepción del problema de la crisis de la deuda se ve notablemente influenciado por el estudio a cargo de la UNICEF con el título “Ajuste con rostro humano” y la crítica de la Comunidad Europea.
El denominado “Plan Baker”, concebido para los países más gravemente endeudados (principalmente los de américa latina), resulta ser un fracaso; aun así, se aplican políticas ortodoxas y radicales  denominadas "la política de las tres D": deflación, devaluación, desregulación.
Se lanza el denominado “Plan Brady” sobre la base de que la reducción de la deuda era parte necesaria de la solución del problema. Los países deudores optan por renegociar aisladamente la deuda en el “Club de París” condicionándolos a que demuestren un grado de compromiso con las guías del “Consenso de Washington”.
Mediante los ajustes estructurales el FMI  vendría a resurgir como un “árbitro comprado” en el escenario mundial con programas cuyo último objetivo es generar excedentes en divisas alcanzando un enorme poder de intervención en las economías nacionales.  La consigna: salvar las instituciones financieras mundiales.
Con el ingreso del Banco Mundial y al FMI, tras la caída del Muro de Berlín, de los países que surgieron de la Europa Oriental y la URSS, estas instituciones presumen de tener una hegemonía casi universal.  Bajo la argucia de una economía planificada se aplicó la misma receta de liberalización interna y externa de las economías nacionales.
Se reduce a la mínima expresión  intervención del Estado y se da apertura a la liberalización de la economía y la privatización de sectores estratégicos sin la menor consideración hacia las poblaciones más vulnerables.
Se da paso a ciertas matizaciones sobre el papel del Estado en el desarrollo económico y los costos sociales de ajuste. Aunque continúan las políticas de privatización agudizándose la brecha entre ricos y pobres y la exclusión social.  


Transcurrido el tiempo, en la actualidad, es bastante conocido que prácticamente la dimensión y la carga de toda la crisis la padecieron y la continúan padeciendo los países más débiles de la economía internacional trayendo consecuencias desfavorables y condiciones de supervivencia inhumanas de millones de personas.

Esta es la madre del lobo vestido de cordero, que pretende allanar el terreno de la economía para la inversión internacional aún a costa de destruir las sociedades. Los altos índices de desempleo, la agudización de la pobreza, la persistencia de la exclusión social, la desigualdad, la débil institucionalidad del Estado y la corrupción generalizada nos conlleva a repensar nuestro porvenir y concebir otras alternativas de desarrollo de carácter endógeno; de lo contrario, el modelo imperante nos continuará arrastrando a vivir en un mundo donde los ricos vivan en un paraíso vigilado, la clase media en el purgatorio de la supervivencia y los pobres en el infierno de la escasez. 


*  Comunicador Social, egresado de la FCSEI de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco-Perú
Alumno del “Master en Desarrollo y Cooperación Internacional” impartido por HEGOA - Universidad del País Vasco.
BECARIO DEL MAEC – AECID 2010-2011
[1] Centro-periferia, conceptos que acuño el conspicuo e influyente economista Raúl Prebisch, para describir un orden económico mundial integrado por un centro industrial y hegemónico que establece transacciones económicas desiguales con una periferia agrícola y subordinada. La relación desigual centro-periferia es el obstáculo principal para el desarrollo equitativo.
[2] Unceta, Koldo y Zabalo, Francisco. “50 AÑOS DE BRETTON WOODS: Problemas e Interrogantes de la      Economía Mundial”. Bilbao: Cuaderno de Trabajo HEGOA. 1994, p. 14.
[3] Ibid, pag. 17.
[4] “En el largo periodo que va desde 1918 hasta 1960 las sucursales bancarias norteamericanas en el  exterior se duplicaron, pasando de 61 a 124; en los quince años inmediatamente posteriores se duplicaron más de siete veces y en 1975 existían casi 900 filiales de bancos estadounidenses en el exterior”.  (“Endeudamiento Externo y Crisis Mundial”. PABLO RIEZNIK. 1986, pag. 55.)
[5] RIEZNIK, PABLO, “Endeudamiento Externo y Crisis Mundial: antecedentes sobre el caso brasileño”. Buenos Aires, CLACSO. 1986, pag. 57.
[6] Gutierrez, Jorge. Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo. HEGOA-UPV. Disponible en: http://www.dicc.hegoa.ehu.es/listar/mostrar/75