ENTRE LA SOLEDAD Y LA MELANCOLÍA CON “EL ALMA QUE SUFRIO DE SER CUERPO”
"A partir de este sembrador se inicia una nueva época de la libertad, de la autonomía poética, de la vernácula articulación verbal", es la frase con la que el gran intelectual peruano Antenor Orrego, encumbra la poesía de Cesar Vallejo cuando publicó su primera obra poética “Los Heraldos Negros”; magnífica obra poética que encarna en cuerpo y alma el humanismo de “El alma que sufrió de ser cuerpo”. Para quienes somos amantes del buen verso y la buena prosa, Vallejo es un arquetipo celestial insoslayable ¡ESENCIA POÉTICA Y LENGUA PROLÍFICA QUE EMANA DE SU CARNE Y DE SU ÁNIMA!
Montparnasse, Montparnasse… cuánto añore llegar a tu lecho en el cementerio de Monstparnasse aquella tarde parisina de otoño. Aquella tarde, domingo de resurrección, añoraba susurrar con herejía a mi dulce amada …“en esta noche tú te has crucificado, sobre los dos maderos curvados de mi beso, y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado, y que existe un viernes santo más dulce que este beso”, nunca te encontré, hasta que la tarde dio paso a la noche de la Ciudad Luz cómplice de mi frustración y tuve que abandonar el Montparnasse, cabizbajo, meditabundo y abatido.
Lunes fue mi resurrección. Desde el Valle de Sévres, pasando por La Défonse hasta el cementerio de “El Sur” o Montparnasse en un viaje subterráneo por el metro gris serpenteante de Paris, llegue en la aurora de aquel lunes apologético dispuesto a reencontrarme con la inspiración de mis momentos de soliloquio. Efectivamente, Cesar Vallejo yacía en su lecho, desde aquél lejano 15 de abril de 1938; y también me percaté del verso a los pies de su lecho que su amada Gerorgette le había dedicado seguramente con todo el dolor de su idilio sempiterno …”J'ai Tant Neige Pour Que Tu Dormes”, “He Nevado Tanto Para Que Duermas” decía; expresión del sentimiento más puro y sublime por el amor que se fue para vivir en la eternidad. Ese mismo amor, puro y sublime, que me invoca volver.
Hoy te recuerdo Vallejo, nuevamente en otra noche lúgubre, en dulce compañía de la siempre abrumadora “soledad” y con una magnifica vista desde Artasamina hacia el Gran Bilbao que ya descansa plácidamente a los pies de La Ría, para otra jornada euskalduna. Hoy te recuerdo porque siento, lo que sentías tú seguramente cuando añorabas a ese tu gemelo corazón, tu hermano Miguel que se fue “aquella noche de agosto al alborear”; siento y deseo volver porque también para mí ya cae sombra en estas tardes extintas de Bilbao, y también hago falta sin fondo en mi añorado hogar donde me esperan las razones de mi vivir …“Y cuándo nos veremos con los demás, al borde de una mañana eterna, desayunados todos! Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde yo nunca dije que me trajeran” …y ahora yo os vuelvo de decir, lo que os dije aquella lejana noche de setiembre cuando sembré melancolías en tu ser entre charcos de sollozos ¡PRONTO HE DE VOLVERTE A VER ...VIDITA DEL ALMA!