¿Quién alguna vez no ha sido victima de la delincuencia? Este flagelo social que día a día viene creciendo y que hoy en día es considerado unos de los problemas más neurálgicos en el país.
El delito común, las pandillas juveniles y la inseguridad ciudadana en general siguen constituyendo un creciente motivo de temor y psicosis en nuestra sociedad. Este problema social es consecuencia, que duda cabe, de la desintegración familiar, la pobreza, el desempleo y la falta de oportunidades de superación.
La delincuencia normalmente esta asociada al alcohol, la violencia y las drogas en las pandillas juveniles. Sobre el particular, uno de los primeros estudiosos es Frederic Thrasher quien, al describir las pandillas de los suburbios de Chicago en 1920, escribió: “La pandilla es un grupo primario… en ella se observa todo tipo de comportamiento corporativo, hasta la deliberación y planteamiento más fríos. Es más, hasta puede incluso, alcanzar una elaborada tradición, casi una cultura propia y, en ese sentido, es como una sociedad en miniatura…”
Las pandillas en nuestra sociedad surgen como espacios de socialización en búsqueda de identidad y valoración atrayentes para los jóvenes ante la fragilidad familiar, centros de estudios y otros espacios que tradicionalmente cumplían ese rol.
En el Perú se estima que existen unos 30 mil pandilleros, de los cuales, un numero considerable se encuentran organizados en 700 pandillas juveniles en Lima Metropolitana.
El problema es complejo, pues según las encuestas de vicitimización aplicada en el país por el Ministerio del Interior a un número de 10,300 familias; en Cusco el 84% de familias encuestadas manifestaron que, el principal problema en el país es el desempleo, seguido por la delincuencia con un 37%; asimismo, el 28% manifestaron haber sido victimas de robo o intento de robo en su vivienda, mientras que sólo un 29% de las familias encuestadas manifestaron confiar en la policía (“Delito e Inseguridad Ciudadana” C. Basombrio 2007).
En nuestra tierra, son conocidos los principales lugares de inseguridad ciudadana pero muy poco se hace para revertir ello, la seguridad se reduce a brindarla en el centro histórico y en la periferia la inacción es evidente; de otro lado, a la hora de asentar una denuncia la policía colabora muy poco, pues en vez de tratar al menos capturar al delincuente, se embrollan en lentos procedimientos burocráticos; para evidencia de ello, basta constatar la cantidad de robos suscitados a diario con la cantidad de denuncias realizadas en las comisarías.
Teniendo en cuenta que uno de sus principales roles del Estado es brindar seguridad a la ciudadanía, el problema demanda su urgente intervención aplicando políticas públicas eficaces. Si bien es cierto que la familia es el principal centro de socialización de un individuo, el problema delincuencial es público, por ello deben ser vistas no sólo como causa, sino principalmente como efecto de la violencia social que es la pobreza, la marginación y el no acceso a educación y empleo digno.
Por DANTE (AMH)
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