Puedo soportar el dolor del corazón herido frente a la pérdida de un ser amado por las desavenencias del destino, puedo soportar la ausencia de mi amada estoicamente esperando el alba de mi reencuentro; pero no puedo soportar la indiferencia, y menos en tiempos de emergencia y desgracia.
Estos días me ha tocado vivir de cerca el desprendimiento de los seres humanos frente a los hechos lamentables acontecidos a consecuencia del aguacero torrencial; vi a la mamita humilde del mercado compartir sus verduritas para algún hermano campesino triste, pero de corazón bravío, que lo ha perdido todo; vi al minorista donar sus productos sin reparo alguno para socorrer a algún huchuyruna calapatita desamparado, constaté el amor al prójimo de muchos seres que nos hacen dar cuenta que aún somos humanos. Pero también, vi la indiferencia manifiesta de muchos individuos, que no es otra cosa que el egoísmo a los demás, esa máscara que algunos utilizan para ocultarse y no parecer como tal, para negarse a luchar y actuar en situaciones determinantes como ésta hora. Vaya revelación, ahora confirmo la tesis: el inmenso dolor es incompatible con un ser miserable, con un ser indiferente, como los hay aún desafortunadamente.
“No es para alarmarse” fueron las desatinadas expresiones sórdidas del presidente García luego de haber hecho un recorrido fugaz por las principales zonas del desastre ¿tanto puede obnubilar el poder?, considero que manifestaba su indiferencia más que su miopía. No es de extrañarnos, cuatro horas después de ocurrido el lamentable terremoto del 15 de agosto de 2007 que devasto Ica y Pisco, el señor García minimizaba los hechos manifestando que no pasaban las pérdidas humanas del medio centenar, cuando en esos precisos instantes muchos hermanos nuestros, que yacían entre los escombros, luchaban por sus vidas y las víctimas humanas ya sobrepasaban los 500. Salvando las distancias, lo acontecido en estas horas de penumbra en nuestra tierra puede ser considerado peor que un terremoto, porque éste después de haber sucedido lo más probables es que no vuelva a pasar, salvo algunas replicas; sin embargo, lo que ahora nos toca vivir nos tiene en zozobra porque sabemos que continuará lloviendo y de no tomarse las precauciones necesarias podríamos seguir lamentando más desgracias; sin considerar las amenazas que ahora se nos viene por la ola de friaje que, casi como una insana costumbre, azota a las familias más desposeídas asentadas en las zonas alto andinas de nuestro ande ¿y qué decir de las familias campesinas que lo perdieron todo?
Es irónica la vida, mientras el Perú produce sólo el 0.4 de gases de efecto invernadero a nivel mundial, a poblaciones como la nuestra nos toca pagar las consecuencias de la contaminación ambiental que la producen y en gran medida otros. Por lo tanto, no podemos manifestar que es castigo de Dios la desgracia ocurrida en nuestra tierra, sino obra y gracia del ser humano que no convive armónicamente con la naturaleza. Ojala esta fe adorable de recuperarnos pronto y ayudar al hermano necesitado, comprendiendo que somos parte de una sola familia, no blasfeme el destino.
Por DANTE (AMH)
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